Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

martes, 29 de diciembre de 2015

Foto-poema. Trepador azul (y recuerdos de la infancia)

Trepador azul (sitta europaea)

La silueta del Trepador azul, junto a la de Herrerillos comunes y Carboneros comunes, va ligada a mis primeros recuerdos pajariles, que arrancan casi al mismo tiempo que mi memoria, pues compartimos hábitat, por así decirlo, en las dehesas extremeñas. Ellos moraban los huecos de los árboles cercanos al chozo donde, por aquel entonces, vivía yo con mi familia. De aquel chozo compuesto por un  esqueleto de "pontones" de encina, cubierta de jaras y escobas,  y sobre cubierta de juncos para que resbalara el agua, rematado por un "bardo" de taramas de un metro aproximado de altura en todo su perímetro que impidiese el acceso del ganado al mismo; de aquel chozo no queda nada hace décadas. Todo lo más, si sabes de su antigua existencia, un circulo en el relieve del  suelo correspondiente al amontonamiento de tierra en toda su base. 
En Extremadura estamos en deuda con ese tipo de construcciones sencillas que casi desde la edad media hasta entrados los años 70 del pasado siglo cobijaron cientos, sino miles, de familias de pastores, jareros, porqueros, labradores, segadores, carboneros, piconeros,... jornaleros todos de los campos que nos circundan.  Y resulta asombroso ese olvido, porque no es algo que pertenezca al pasado más remoto, aún somos muchos los que vivimos  con  aquella experiencia en la memoria. Solo los que se construyeron con materiales más duraderos como piedra, mortero y argamasa perduran semiderruidos en cerros y collados. De monte solo queda alguno como el que muestro más abajo,


muy cerca de la localidad de Santiago de Alcántara, construido para dar fe de un modo de vida que, a pesar de ese olvido colectivo, era el mayoritario en Extremadura antesdeayer. Desde aquí lo reivindico en la memoria.