jueves, 8 de diciembre de 2011

Niebla

Amanece.  Y aun en claroscuro, la lengua espumosa de la niebla se desparrama ladera abajo con paso camaleónico. Suda la Tierra y el espejo convexo del rocío multiplica brizna a brizna, gota a gota, la imagen de la Encina recortada sobre el cielo ausente, oculto tras si mismo; imaginado.  Solo el blanco leve y etéreo de la niebla, casi incolora, dibuja en gris con difumino el resquicio, el árbol, el paisaje...Cielo y Tierra todo uno. Recurro a los versos del poeta. En la poesía a veces lo inexplicable se muestra lógico y transparente, no en vano crea realidades a su antojo.

El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

(La boca. Miguel Hernández)

¿Acaso bajó el cielo para cerrar la boca al horizonte, o pretende dar un beso titánico al firmamento?
A fuerza de intuir todo parece flotar en un mar de oleaje brumoso y calmado hasta en exceso. 
Pero la esquila del rebaño en movimiento, el trompeteo gutural de la Grulla y el maullar de la Avefría, tranquilizan mi alma de secano.
Amanece en la dehesa, y es su aliento, vaho de vida, el que anuncia un nuevo día en la Sierra de San Pedro.

Navega la niebla sobre la cresta de la sierra.


  El Alcornocal descorchado hace unos meses, pone un toque de color cálido sobre el gris y el frío.


 Las Grullas y la niebla van unidas al amanecer del invierno extremeño.


 En ocasiones la niebla se aferra obstinada al suelo húmedo y engulle el paisaje casi todo el día.


La recia Encina,  gris como el invierno, se muestra igual de cómoda abrazada por  la niebla o por la calima estival.  

La luz se abre camino a duras penas, y al mediodía manda normalmente en el paisaje.