Avutarda (otis tarda)
lunes, 30 de marzo de 2020
sábado, 21 de marzo de 2020
sábado, 14 de marzo de 2020
Félix Rodríguez de la Fuente
Hoy hace 40 años que algunos de mi generación supimos que era la orfandad. La influencia de Félix Rodríguez de la Fuente fue entre esa manada de muchachos de las mejores cosas que nos pasó en nuestras vidas. Su voz y su programa cumbre, El Hombre y La Tierra, resultaron una especie de asignatura más impartida por la televisión de entonces. Y muchos de nosotros supimos que necesitaríamos el contacto con la naturaleza permanentemente en la singladura vital que nos tenía reservada nuestra trayectoria. Muchos, fascinados por el verbo acaparador de Félix, acabaron dedicándose profesionalmente a temas relacionados con la naturaleza y hoy son biólogos, educadores ambientales, veterinarios, ingenieros de montes, etc.
En mi caso, y teniendo en cuenta que mi infancia se desarrolló en mitad de la naturaleza, se me acrecentó la necesidad perentoria de estar en contacto casi a diario con ella, como un impulso ancestral, atávico o de alguna manera salvaje. Y así lo he hecho, lo sigo haciendo y espero seguir mientras pueda. Al fondo de cada paisaje, de cada animal fotografiado, de cada flor, de cada piedra, siempre está Félix.
En mi caso, y teniendo en cuenta que mi infancia se desarrolló en mitad de la naturaleza, se me acrecentó la necesidad perentoria de estar en contacto casi a diario con ella, como un impulso ancestral, atávico o de alguna manera salvaje. Y así lo he hecho, lo sigo haciendo y espero seguir mientras pueda. Al fondo de cada paisaje, de cada animal fotografiado, de cada flor, de cada piedra, siempre está Félix.
Manada hiciste. Manada
de linces, lobos, vencejos.
Padrino de catalejos,
cabeza privilegiada.
Visionario sacamuelas
en permanente safari
fotográfico de entonces,
graduado en las escuelas
del torzuelo y del baharí
de los oros a los bronces.
Tu expresión clarividente
de la radio frontispicio.
El verbo puesto al servicio
en medio del medio ambiente.
Colmabas todo el cenacho
de mi infancia más temprana
con tu luz, y a tu ventana,
con mis ojos de muchacho
me asomaba sorprendido
a descubrir tanta vida
agazapada, escondida
dentro de mi mismo nido.
La aventura de lo vivo,
la magia más animal
pasó a ser fuerza vital
y el centro de mi motivo.
En la nieve quedé solo
con mi primera orfandad
de un bofetón sin piedad
cerca del nórdico polo.
Brotó la melancolía
del interior de mis ojos,
el llanto de los rastrojos
me alimentó noche y día.
Con mis penas desplegué
más campo en el horizonte,
de pájaros el remonte
compuse el paso y volé.
Y te vi entre las encinas,
y en los surcos, y en las eras,
y en todas las primaveras
me rondas por las esquinas.
de linces, lobos, vencejos.
Padrino de catalejos,
cabeza privilegiada.
Visionario sacamuelas
en permanente safari
fotográfico de entonces,
graduado en las escuelas
del torzuelo y del baharí
de los oros a los bronces.
Tu expresión clarividente
de la radio frontispicio.
El verbo puesto al servicio
en medio del medio ambiente.
Colmabas todo el cenacho
de mi infancia más temprana
con tu luz, y a tu ventana,
con mis ojos de muchacho
me asomaba sorprendido
a descubrir tanta vida
agazapada, escondida
dentro de mi mismo nido.
La aventura de lo vivo,
la magia más animal
pasó a ser fuerza vital
y el centro de mi motivo.
En la nieve quedé solo
con mi primera orfandad
de un bofetón sin piedad
cerca del nórdico polo.
Brotó la melancolía
del interior de mis ojos,
el llanto de los rastrojos
me alimentó noche y día.
Con mis penas desplegué
más campo en el horizonte,
de pájaros el remonte
compuse el paso y volé.
Y te vi entre las encinas,
y en los surcos, y en las eras,
y en todas las primaveras
me rondas por las esquinas.