Para la timidez es un alivio vivir emboscado entre las sombras que ofrece la arboleda, y resulta más fácil ver y no ser visto, cuando ver es imprescindible y no ser visto necesario. Ayuda también, y no poco, el traje barrado de grises pizarrosos, difuminados claroscuros destinados a la confusión del prójimo, y el vuelo silencioso, acostumbrado a quiebros milimétricos esquivando en el camino los obstáculos arbóreos propios del entorno, evitando la exposición del cicleo notorio entre las nubes del que otras rapaces hacen gala; salvo los pocos días que el amor trastoca la razón, pues como dijo el poeta: “…en amor locura es lo sensato” . No ayuda sin embargo la voz aguda y estridente, aunque ciertamente se usa solo cuando es preciso y no importan semejantes caracteres. Hacer de la timidez modo de vida, estar sin parecerlo, ese es el fin, y casi siempre lo consigue.
Pero a pesar del sigilo otros ojos lo intuyen y lo encuentran, entornados ojos de mirada franca que, sin el rojo ambarino del azor, se muestran similares en eficacia cuando la ventana del campo los desborda. Son los ojos de Manolo, amigo que acumula en su retina el saber de muchos años de campeo, y a quién dedico esta entrada eternamente agradecido. Son muchos años ya buscando rastros del Príncipe de las sombras casi siempre en vano, y tras alguna aislada ocasión infructuosa, incluso fuera de nuestra comunidad, su escasez en la Sierra de San Pedro hizo tarea imposible fotografiarlo; hasta ahora que gracias a Manolo es una realidad lo que hasta hace poco era un utópico deseo. Y lo mejor es que todo apunta a que puede repetirse.
Hola Jose, enhorabuena por haber conseguido estas espectaculares y difícles imágenes del azor y por tu relato, que como simpre, ha sido un placer leer. Duarante años tuvimos una pareja de azores criando en el lugar donde ibámos anillar (una estación de anillamiento de esfuerzo cosntante en Quintana de la Serena). Pese a ir todos los meses e incluso tres y cuatro veces al mes en primavera, nunca nos percatamos de su presencia. Pasábamos hasta por debajo de su nido, que estaba en un enorme pino dentro de un pequeño bosquete y nunca se delató. Su discrección e inteligencia hizo posible que pareciese no existir. Un día lo capturamos en una de nuestras redes y nos quedamos alucinados (imagínate ver una rapaz de este porte en una de las bolsas de la red!) y ni se nos había pasado por la cabeza pensr que en este lugar, del que presumíamos conocer como la palma de nuestra mano, pudiese haber azores. Y fue asícomo descubrimos que durante todos esos años el azor nos había estado vigilando, anticipándose a nuestros movimientos para no ser nunca visto. Un abrazo!
ResponderEliminarUna vez más un impecable trabajo de una de las especie más bellas que existen y díficiles de fotografiar en estado salvaje.. Un abrazo
ResponderEliminarenhorabuena no es facil fotografialos un saludo
ResponderEliminarDesde luego hay que ser mas que fotografo para sacar una toma como esas a un Azor!!
ResponderEliminarSaludos y felicidades!
beautiful photo,and beautiful photo
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