Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Grullas

Promete lluvia el plomizo vestido de las nubes. El aliento del encinar se torna niebla y luz la levedad de las bellotas. Las amantes damas del invierno pintan la dehesa de bailes nórdicos y guturales canciones de la tundra escandinava, armónicos sonidos que dibujan el plural de vuestro nombre. La brizna del trigal aderezada de escarcha es dulce guarnición en el barbecho. Resbala el agua por hojas y por plumas. El estruendo de un disparo incita a la huida. -Mal entiende el hombre el verbo compartir-. Norte y sur se dan la mano con el gélido abrazar de vuestro vuelo.



Grupo de Grullas en medio de una dehesa, imagen típica del invierno extremeño



En ocasiones, como en todos los animales gregarios, resulta difícil aislar un ejemplar para fotografiar




Siempre hay alguna Grulla que ejerce de vigía y se muestra espectante hacia el entorno



En los espacios abiertos se sienten más seguras y tranquilas




Antes de las primeras luces andan las Grullas campeando buscando comida. Exige la ocasión madrugar más que ellas si se quiere tener éxito fotográfico



Tras el aterrizaje de la bandada se suelen repartir por la zona del comedero los grupos familiares compuestos por la pareja y su último pollo




En esta imagen queda patente el motivo de tan largo viaje hasta Extremadura



Típica formación de bandada en viaje migratorio buscando el ahorro de energía y el mínimo desgaste de cada miembro.
Cada invierno este es uno de mis acontecimientos a observar.
Fotografías realizadas en el invierno de 2007 entre las localidades cacereñas de Brozas y Alcántara

martes, 2 de noviembre de 2010

Avefría (vanellus vanellus)

Blanco y negro sobre el llano de verdes incipientes. Agudas llamadas otoñales en el cielo grávido de nubes. Corta carrera. Gélido viento iracundo barre el páramo y doblega la voluntad de la retama. Sale el sol y grita ¡luz! en un fugaz instante y otra nube vuelve a tapar su tibia boca. Llovizna al poco y el frío se multiplica. Las retintas estoicas ofrecen sus cuartos traseros a la lluvia y miran hacia el sur como intuyendo templadas latitudes que pueden socorrer en la ventisca. De cuando en cuando declara el agua treguas momentáneas. Los chorlitos dorados, ocultos en si mismos, más parecen piedras que limícolas viajeros, en cambio la avefría, con su copete al viento, sigue desparasitando el suelo de lombrices. Llegó el otoño a la Sierra de San Pedro.




A finales de septiembre comienzan a llegar las avefrías a los llanos y dehesas de San Pedro y poco a poco sus maullidos serán parte del paisaje sonoro diario.


Aunque de un tiempo a esta parte unas pocas, como la de la imagen, pasan también los meses de verano en la zona. La fotografía fué hecha en junio del 2009 esperando fotografiar ortegas.


Los fines de semana la librea blanquinegra de las bandadas de avefrías surcan los cielos de acá para allá huyendo y esquivando las hordas de perros y cazadores, casi tan numerosos como ellas, y muchas son víctimas de ese mal llamado deporte.


domingo, 3 de octubre de 2010

El (mi) cuaderno de campo

Supongo que todo aquel que gusta de perderse en medio de lo natural a observar la vida con mayúsculas, a ensimismarse con lo que nos rodea, con lo de primigenio que nos habita aun, a beber paisajes por los ojos, a sentir en la piel el canto de brumas y solajeras, imagino que casi todos tendrán algún cuaderno donde anotar vivencias y recuerdos de esas jornadas. Yo al menos así lo hago, y desde luego pocas cosas tengo más personales que mi cuaderno de campo, empezando por su elaboración artesanal y recicladora a la medida del bolsillo de mi mochila. En él anoto curiosidades y encuentros con los inquilinos de nuestros campos, y aboceto con bolígrafo de punta fina puntales a la memoria; y cuando me apetece o lo necesito, soplo acuarelas sobre el papel en un intento de captar los colores de un instante, algo que cada vez me resulta más grato.

A continuación una ventana a sus páginas.





Unas con color y otras sin él, todas me transportan a momentos intensos de emociones y fascinación.





Todos son apuntes rápidos y toscos, más bien generales en líneas y colores con la intención de atrapar el momento y/o la forma.

Y en ocasiones, con ese apunte rápido, me gusta abordar un tema más a fondo, como en el caso del Pico menor de la página siguiente.


El resultado es una lámina decorativa que sale de uno, y como todo lo que uno crea, tiene un valor especial.

Algunas más.


Me gustaría dedicar esta entrada a mi admirado Juan M. Varela Simó, artista de la pintura y la ilustración, y extraordinaria persona. Tuve el privilegio de asistir a un curso de pintura de su mano que fué todo un lujo por su prestancia más que reconocida. Con mi agradecimiento por su cercanía y disponibilidad para el consejo aun en la distancia. Gracias maestro.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Martín pescador

La flecha azul del río rauda y menuda, se deja oir mientras surca el viento hacia la percha del aliso o del chopo; del irritante majuelo o de la voluptuosa piedra recostada sobre el lecho de la corriente cristalina; cristalina por ahora. Azul como el agua se cierne y se desploma, impacta y regresa al punto de partida; rápido, siempre rápido. Esta vez el claro y resbaladizo vientre del jarabugo se agita en vano en la mortal saeta. Se zambulle de nuevo y vuelve; y se zambulle otra vez, y otra vez rápido se aleja corriente arriba. Parece tener prisa de vivir antes de que la vida abandone el río, la charca o la rivera trocados en cloacas. (Nos queda la rivera de Alcorneo extrañamente pura)



La dieta del Martín pescador es más variada de lo esperado a simple vista.




Pocas especies de nuestra ornitofauna nos harán disfrutar tanto a la hora de fotografiarlas. Un simple posadero, natural o colocado al efecto, será suficiente para atraer a nuestro colorido protagonista.



Y en pocas especies se agradece tanto una luz adecuada, como la del atardecer o el amanecer, para sacar partido al sensor de nuestra cámara y descubrir la belleza de su librea, cambiante como la luz que lo ilumina.





lunes, 30 de agosto de 2010

Estampas de la Sierra de San Pedro. Cigüeña negra

En negro, blanco y rojo la elegancia camina a trancas por la orilla de la charca, ahora reducida y concentrada de ranas cantarinas por el sofocante estío. Tridáctilas huellas sobre el barro la persiguen y delatan. Dirán mañana a quien sepa interpretarlas:
"-Andubo en Antas y Turmas, junto a la Rivera del Fraile, buscando a los habitantes del limo a plena "solajera", como otrora estuvo badeando entre los rolos de la Rivera de Albarragena-".
No se puede ocultar quien camina por el lodo "lambucero" y escribe jeroglíficos al paso.
Precedida por saltos de batracio completa el circulo y reanuda el vuelo hacia Mayorga; a la encina perdida en la dehesa que ampara su futuro. Noble casa son (palacio yo diría) las dehesas extremeñas para quien busca intimidad.


Tras una cigüeña adulta una subadulta, ya con el rojo del pico y las patas aunque poco llamativo, pero ausente de los irisados tonos violáceos y verdes de las plumas negras del cuello y alas que distinguen a la adulta.


Y una joven del año con plumaje achocolatado y pico y patas sin rastro del rojo que lucirán mañana.


Una fotografía donde se aprecian las notables diferencias entre la Cigüeña negra y su hermana la Cigüeña blanca o común.


Jovenes del año buscándo alimento.


Pareja adulta a contraluz mientras badean las escasas aguas de una charca al atardecer.


Barrido. La cigüeña de la derecha está anillada, tras algunas indagaciones me informaron que fué anillada dos años atrás cerca de Castelo Branco, Portugal.


Cigüeña negra en vuelo.


Un subadulto en la charca que tantas ocasiones me ha dado de observar -y fotografiar alguna vez- a estas elegantes, escasas y desconfiadas aves.

martes, 10 de agosto de 2010

La saca del corcho, tradición y sostenibilidad.

Pocas actividades habrá que se desarrolle en nuestros campos tan inocuas para el medio como la saca del corcho, la extracción de la corteza del alcornoque se lleva a cabo hoy como hace doscientos años, de forma manual con una simple hacha, una palanca de madera y la pericia necesaria para conseguir el fruto sin dañar el árbol.



La corteza del alcornoque es el principal por qué (obviamente económico) de la conservación de los alcornocales. Parece que hoy para que algo merezca la pena ser conservado es necesario el rendimiento económico, a ser posible a corto plazo. Este aprovechamiento de forma indirecta beneficia a todo un ecosistema plagado de riquezas botánicas y faunísticas.



Cada nueve o diez años un alcornoque adulto es despojado de su vestimenta, la capa de corcho que cubre su tronco, siempre en los meses de verano, época en la que se desprende con facilidad de la madera. El resto del año se prepara en las mal llamadas “fábricas de corcho”, digo mal llamadas porque la única fábrica de corcho que existe es el alcornoque que lo fabrica, las industrias tan solo se ocupan de su clasificación y manufactura.



El principal uso del corcho es el tapón para cerramiento de botellas de vino. De unos años a esta parte la industria vitivinícola usa cerramientos de plástico, vidrio y aluminio para los vinos jóvenes. Esto ha provocado una crisis en el sector corchero y la incertidumbre en su futuro; y por ende en los sectores conservacionistas y medioambientalistas que intuyen el abandono de los alcornocales si el corcho deja de ser rentable.


A continuación una serie de imágenes que muestran la saca de un alcornoque.





El resultado final estéticamente es una tentación para el aficionado a la fotografía, los troncos hasta ahora pardos y cenicientos muestran una nueva librea amarillenta que en pocos días se tornará rojiza e irá cambiando su tonalidad en los próximos tres o cuatro años hasta su estado primigenio.



El acarreo hasta la pila donde se reunirán las planchas de corcho ordenadamente, es uno de los procesos que si ha sufrido un cambio drástico, aquí también como en tantas labores agrícolas, el tractor ha sustituido a la collera de mulas excepto en aquellas serranías más abruptas donde aun se usan, aunque ciertamente cada vez menos.



En la pila las planchas se colocan con la “barriga” hacia abajo para que la perdida de humedad sea la menor posible, pues se vende tradicionalmente al peso en una medida singular por estar en desuso en otros ámbitos, el denominado quintal castellano, equivalente a 46 Kg aproximadamente.


La forma tradicional de la pila es un circulo en espiral, aunque también puede ser rectangular. En ella se hace la primera selección del corcho apartando los pedazos, (aproximadamente trozos de “cuarta por cuarta”), las garras, agarras o zapatas, (parte del corcho más próxima a las raíces del alcornoque), las albardas, (trozos de la saca anterior adheridos a la nueva plancha), el bornizo, (corcho que se saca por primera vez, es el corcho original), y en ocasiones el refugo, (es el corcho de peor calidad a primera vista por grosor, aspecto, porosidad, etc)

Aquí esperará el corcho a los camiones para llevarlo hasta las industrias corcheras, mayoritariamente situadas en nuestro pais vecino Portugal, y en España concentradas en Cataluña y Extremadura, en esta última en San Vicente de Alcántara, conociéndose esta localidad como la Capital del Corcho.


Esperemos que esta imagen se siga viendo en los campos extremeños cada verano, una cuadrilla de “sacaores” despojando a los alcornoques de su corteza, el corcho, (el “oro pardo”), por la renta per capita que supone para nuestra región, por un sector modelo de desarrollo sostenible y por la pervivencia de los alcornocales y sus inquilinos, como el Buitre negro, la Cigüeña negra o el Águila imperial ibérica, nicho ecológico de importancia vital para estas y otras muchas especies. Para ello no estaría de más comprobar que tapón lleva la botella de vino que nos sirven en el restaurante de turno.