Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

lunes, 30 de agosto de 2010

Estampas de la Sierra de San Pedro. Cigüeña negra

En negro, blanco y rojo la elegancia camina a trancas por la orilla de la charca, ahora reducida y concentrada de ranas cantarinas por el sofocante estío. Tridáctilas huellas sobre el barro la persiguen y delatan. Dirán mañana a quien sepa interpretarlas:
"-Andubo en Antas y Turmas, junto a la Rivera del Fraile, buscando a los habitantes del limo a plena "solajera", como otrora estuvo badeando entre los rolos de la Rivera de Albarragena-".
No se puede ocultar quien camina por el lodo "lambucero" y escribe jeroglíficos al paso.
Precedida por saltos de batracio completa el circulo y reanuda el vuelo hacia Mayorga; a la encina perdida en la dehesa que ampara su futuro. Noble casa son (palacio yo diría) las dehesas extremeñas para quien busca intimidad.


Tras una cigüeña adulta una subadulta, ya con el rojo del pico y las patas aunque poco llamativo, pero ausente de los irisados tonos violáceos y verdes de las plumas negras del cuello y alas que distinguen a la adulta.


Y una joven del año con plumaje achocolatado y pico y patas sin rastro del rojo que lucirán mañana.


Una fotografía donde se aprecian las notables diferencias entre la Cigüeña negra y su hermana la Cigüeña blanca o común.


Jovenes del año buscándo alimento.


Pareja adulta a contraluz mientras badean las escasas aguas de una charca al atardecer.


Barrido. La cigüeña de la derecha está anillada, tras algunas indagaciones me informaron que fué anillada dos años atrás cerca de Castelo Branco, Portugal.


Cigüeña negra en vuelo.


Un subadulto en la charca que tantas ocasiones me ha dado de observar -y fotografiar alguna vez- a estas elegantes, escasas y desconfiadas aves.

martes, 10 de agosto de 2010

La saca del corcho, tradición y sostenibilidad.

Pocas actividades habrá que se desarrolle en nuestros campos tan inocuas para el medio como la saca del corcho, la extracción de la corteza del alcornoque se lleva a cabo hoy como hace doscientos años, de forma manual con una simple hacha, una palanca de madera y la pericia necesaria para conseguir el fruto sin dañar el árbol.



La corteza del alcornoque es el principal por qué (obviamente económico) de la conservación de los alcornocales. Parece que hoy para que algo merezca la pena ser conservado es necesario el rendimiento económico, a ser posible a corto plazo. Este aprovechamiento de forma indirecta beneficia a todo un ecosistema plagado de riquezas botánicas y faunísticas.



Cada nueve o diez años un alcornoque adulto es despojado de su vestimenta, la capa de corcho que cubre su tronco, siempre en los meses de verano, época en la que se desprende con facilidad de la madera. El resto del año se prepara en las mal llamadas “fábricas de corcho”, digo mal llamadas porque la única fábrica de corcho que existe es el alcornoque que lo fabrica, las industrias tan solo se ocupan de su clasificación y manufactura.



El principal uso del corcho es el tapón para cerramiento de botellas de vino. De unos años a esta parte la industria vitivinícola usa cerramientos de plástico, vidrio y aluminio para los vinos jóvenes. Esto ha provocado una crisis en el sector corchero y la incertidumbre en su futuro; y por ende en los sectores conservacionistas y medioambientalistas que intuyen el abandono de los alcornocales si el corcho deja de ser rentable.


A continuación una serie de imágenes que muestran la saca de un alcornoque.





El resultado final estéticamente es una tentación para el aficionado a la fotografía, los troncos hasta ahora pardos y cenicientos muestran una nueva librea amarillenta que en pocos días se tornará rojiza e irá cambiando su tonalidad en los próximos tres o cuatro años hasta su estado primigenio.



El acarreo hasta la pila donde se reunirán las planchas de corcho ordenadamente, es uno de los procesos que si ha sufrido un cambio drástico, aquí también como en tantas labores agrícolas, el tractor ha sustituido a la collera de mulas excepto en aquellas serranías más abruptas donde aun se usan, aunque ciertamente cada vez menos.



En la pila las planchas se colocan con la “barriga” hacia abajo para que la perdida de humedad sea la menor posible, pues se vende tradicionalmente al peso en una medida singular por estar en desuso en otros ámbitos, el denominado quintal castellano, equivalente a 46 Kg aproximadamente.


La forma tradicional de la pila es un circulo en espiral, aunque también puede ser rectangular. En ella se hace la primera selección del corcho apartando los pedazos, (aproximadamente trozos de “cuarta por cuarta”), las garras, agarras o zapatas, (parte del corcho más próxima a las raíces del alcornoque), las albardas, (trozos de la saca anterior adheridos a la nueva plancha), el bornizo, (corcho que se saca por primera vez, es el corcho original), y en ocasiones el refugo, (es el corcho de peor calidad a primera vista por grosor, aspecto, porosidad, etc)

Aquí esperará el corcho a los camiones para llevarlo hasta las industrias corcheras, mayoritariamente situadas en nuestro pais vecino Portugal, y en España concentradas en Cataluña y Extremadura, en esta última en San Vicente de Alcántara, conociéndose esta localidad como la Capital del Corcho.


Esperemos que esta imagen se siga viendo en los campos extremeños cada verano, una cuadrilla de “sacaores” despojando a los alcornoques de su corteza, el corcho, (el “oro pardo”), por la renta per capita que supone para nuestra región, por un sector modelo de desarrollo sostenible y por la pervivencia de los alcornocales y sus inquilinos, como el Buitre negro, la Cigüeña negra o el Águila imperial ibérica, nicho ecológico de importancia vital para estas y otras muchas especies. Para ello no estaría de más comprobar que tapón lleva la botella de vino que nos sirven en el restaurante de turno.