Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

lunes, 6 de junio de 2011

Ortega

Implacable se deja caer el sol cuando recojo. Tras mojar el cuello y la cabeza en la charca miro al cielo con la mano de visera y me escupe el astro su aliento de caldera. El vibrante cristal de la calima desdibuja el horizonte plano y amarillo. ¡Inhóspito! Diría aquel que ignora del paisaje que contemplo. Duro sí, difícil, exigente, pero no inhóspito. La vida late a golpe de besana y en ningún sitio tanto trino depierta con la aurora. Junto a la charca desde el amanecer mariposean Calandrias, Terreras, Cogujadas,... Van y vienen de trago en trago. Pero la más puntual es ella. Anuncia su llegada con un silbido gorjeante en pleno vuelo que repite a intervalos. En pareja o pequeño grupo casi siempre, detiene su potente batir súbitamente a distancia moderada de la orilla para asegurar lo vulnerable. Se impone la cordura y la desconfianza. Ya en el suelo su voz de contacto se torna suave, corta y gutural, casi de gota derramada. Lentamente y con recelo pero decidida, acciona sus fuertes y cortas patas para mover un cuerpo aplanado que recuerda al de un galápago emplumado, con tonos ocres en el dorso para mimetizarse con la tierra. Suele sumergir las patas en el agua para empapar las plumas de su pecho cual pincel de acuarelista. Serán la marmita de sus pollos en mitad del terreguero. Y bebe rápido, dos, tres sorbos, casi engullidos, tras los que despega en vertical dejando al descubierto el negro vientre mientras silba otra vez anunciando su partida.
Cansa el calor de mediodía en la retirada. Solo los adaptados, como la Ortega, soportan aun la dictadura del sol en la llanura.



Macho de Ortega con su característica garganta oxidada.
Los puntos de agua donde beben estas bellas aves es sin duda el mejor lugar para fotografiarlas. Su puntualidad es asombrosa acudiendo siempre unas tres horas después de amanecer al aguazal.



Hembra, más mimética y barrada que el macho.
El recelo de las Ortegas exige al fotógrafo un cuidado mimetísmo de su escondite.



Macho cargando de agua el pecho para sus pollos que en algún lugar de la llanura esperan su regreso.



Nido de Ortegas. La casualidad quiso que me topase con él en el 2008, el único que he visto. Una visita posterior me aseguró la eclosión y nacimiento de los pollos.



Acróstico

Ordena el sol y acatas obediente.
Rauda y veloz con firme vuelo
Te abrazas al espacio abiertamente
Esperando, al posarte sobre el suelo,
Glose el astro en tu espalda monocroma
Al llano, sus colores y su aroma.