Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

viernes, 10 de febrero de 2012

El Torrico de San Pedro


Se va la mirada al fondo del paisaje, y aunque en la altura destaca, no es la altura la que atrae la mirada ni los pasos.  Aunque tuvo fortaleza coronando su roma y azulada testa, hoy tan solo unas pocas piedras en desordenados cimientos derruidos atestiguan aquel hecho diluido en el tiempo. ¡El tiempo!, él se encargó con paso lento y sin prisas de devolverle su perfil originario de pico, cerro grande, almena oronda que luego fue refugio de miliciano y  atalaya de bandolero, y siempre del buitre que lo ronda a diario y a diario adorna sus cornisas, gárgolas vivientes sobre el perfil de la sierra.
También fue refugio de lobo cuando el lobo aun mandaba en la sierra de San Pedro, demasiada arrogancia para la arrogancia del eterno enemigo, que consiguió desterrarlo hace al menos tres décadas de aquellos riscos que fueron su morada.
Muchas veces mis pasos hollaron sus laderas, jadeante el pecho, exigiendo aire los pulmones en el último trecho, quizá el mejor aire que bebieron nunca y al que acudo de tarde en tarde como si de golosina dependiente se tratara. Más de una vez dormí sobre la cima, y aunque la compañía siempre fue grata, mejoró en el escenario, un escenario alzado hasta el techo de San Pedro desde el cual se  ven, oscilantes en la negrura de la sierra, las luces de varias poblaciones en los cuatro puntos cardinales, destacando por conspicua la lusitana Marvao hacia el oeste. Allí vi la mayor corona de estrellas que me cubrió nunca, durmiendo con la mirada puesta en la inmensidad del cielo nocturno; también lo hice envuelto entre la bruma  grisácea  de la niebla que en la cumbre avanzaba espesa entre el follaje, e incluso bajo la lluvia constante de una noche de septiembre, tormentosa noche que anunciaba el otoño mientras en el valle tronaba otra tormenta; la berrea.
Es su altivez, que no su altura, lo que atrae la mirada hacia el Torrico.




 Panorámica del Torrico al amanecer







La amenaza de la tormenta y los rayos furtivos envuelven su contorno de pecho femenino










Ciervos a sus pies en la berrea.



Atardecer









La silueta de los buitres son perennes en las faldas del Torrico.





Mar de nubes vistas desde el Torrico.
Desde sus 702 metros la mirada rebosa dehesas y horizonte.








Gama de azules, verdes y morados tras la puesta de sol.






Contemplar los vuelos nupciales del Águila imperial por encima de los protagonistas es una experiencia inolvidable.






Vistas de nuestro protagonista desde el Morrón del Cotarro en primavera, y el valle de Sierra Lugar entre ambas cuchillas.






Desde lo alto, dos Buitres leonados planean quedamente sobre el azul atmosférico del paisaje de enero.



Un rebaño de  merinas pace en la dehesa con el Torrico al fondo.



                                                       Estampa de amanecer
                                                      
                                                       Arden las nubes del saliente,
                                                       se despierta el sol en son de guerra
                                                       en este rincón de Extremadura.
                                                       Recorta la luz sobre la sierra
                                                       el Torrico como punzante diente
                                                       reinando en su agreste dentadura.