En el complejo reciclaje de la vida, lo grotesco y horrible de la muerte vomita del interior de su crisálida la bella mariposa. El ave fénix de la Sierra de San Pedro es negra y abraza el aire con más de dos metros de envergadura. Resucita constantemente; pervive y aletea con el ocaso ajeno. Desde su altura vela incansable por lo limpio. En su guerra implacable a la podredumbre sembrada por la dama negra (como él), combate desde monótonas corrientes térmicas o copas de alcornoque en las laderas del Torrico. Ojo que todo lo escudriña, higienicamente enamorado de lo oscuro.