En fotografía de fauna los proyectos a corto plazo suelen ser
los menos, sobre todo si nuestro objetivo a fotografiar es una especie
complicada, difícil y esquiva. Hablo siempre de proyectos elaborados y
ejecutados por uno mismo en todas sus fases; campeo (mucho campeo), seguimiento, solicitud de permisos, cebas, calculo de posibilidades, intentos fallidos,
evaluación de resultados, cambios sobre la marcha, rectificaciones, etc. Hoy
existen empresas especializadas, como Photo-raptors (www.photo-raptors.com), que nos permiten fotografiar una especie
dedicando una o dos jornadas, porque todo el trabajo previo anteriormente
descrito lo hacen ellos y esto es lo que se paga. Pero haciéndolo todo uno
mismo y salvando alguna excepción de “llegar y besar el santo”, lo lógico es
plantearse el proyecto a medio o largo plazo. Para ello se debe disfrutar tanto
en este proceso de preparación como en el momento cumbre de realizar las fotos.
Y esto es importante, porque en ocasiones ni siquiera con todo ese arduo
trabajo previo se consiguen resultados.
Bien, pues esto es lo que me ha ocurrido a mí en el caso que
nos ocupa. Como amante de las rapaces el Águila imperial ibérica (aquila adalberti) siempre fue un reto y
un anhelo a fotografiar, algo que conseguí en varias ocasiones tras muchos
intentos a lo largo de los años. Pero como a medida que uno consigue sus
objetivos se plantea otros a priori de mayor dificultad, hubo un momento que
este fue conseguir fotografiar un “damero” de Águila imperial ibérica, esto es,
algún individuo que luciese una fase de plumaje intermedio entre plumaje
juvenil y plumaje de adulto. Tarea difícil sin duda, ya que hablamos de una de
las rapaces más escasas del mundo y los individuos con plumaje de transición
son siempre pocos, dada la alta mortalidad en el primer año de vida de todas
las rapaces.
Con estos factores en contra esperé pacientemente a que se presentase la ocasión. Y la mejor llegó hace más de un lustro, cuando descubrí, junto a mi buen amigo y compañero de muchas jornadas de campeo Justo Tarriño, una pareja de Águila imperial cuyos dos miembros lucían esta librea que podríamos llamar de adolescentes en esta especie. Pues a pesar del trabajo realizado y las jornadas empleadas a lo largo de dos años, tan solo conseguí cuatro diapositivas de uno de ellos; y en unas condiciones lumínicas bastante desastrosas. Hube de abandonar tal empresa con “el objetivo entre las piernas”, maldiciendo mi mala suerte, pues sabía que era muy probable que no se repitiese otra ocasión igual. Pero la suerte, que a veces juega a favor de uno, (no muchas, la verdad) me ha puesto al ejemplar de las fotos delante de mi cámara cuando no lo esperaba, pues las jornadas preparatorias en este caso iban destinadas a una pareja de Águila real (aquila chrysaetos). Desde luego esto solo puede ocurrir en un entorno como la Sierra de San Pedro, donde abundan todo tipo de rapaces incluyendo la magnífica, hermosísima y escasa Águila imperial ibérica.
Con estos factores en contra esperé pacientemente a que se presentase la ocasión. Y la mejor llegó hace más de un lustro, cuando descubrí, junto a mi buen amigo y compañero de muchas jornadas de campeo Justo Tarriño, una pareja de Águila imperial cuyos dos miembros lucían esta librea que podríamos llamar de adolescentes en esta especie. Pues a pesar del trabajo realizado y las jornadas empleadas a lo largo de dos años, tan solo conseguí cuatro diapositivas de uno de ellos; y en unas condiciones lumínicas bastante desastrosas. Hube de abandonar tal empresa con “el objetivo entre las piernas”, maldiciendo mi mala suerte, pues sabía que era muy probable que no se repitiese otra ocasión igual. Pero la suerte, que a veces juega a favor de uno, (no muchas, la verdad) me ha puesto al ejemplar de las fotos delante de mi cámara cuando no lo esperaba, pues las jornadas preparatorias en este caso iban destinadas a una pareja de Águila real (aquila chrysaetos). Desde luego esto solo puede ocurrir en un entorno como la Sierra de San Pedro, donde abundan todo tipo de rapaces incluyendo la magnífica, hermosísima y escasa Águila imperial ibérica.
Echando una mirada al entorno antes de comenzar el banquete.
Se sirvió de los cuervos para descubrir la comida, después se adueñó de ella.
Y comenzó a saborear el desayuno.
Comió el conejo entero, salvo las vísceras que apartó y dejó caer, como siempre hacen.
.Debía sentirse muy tranquila, ya que en ningún momento intentó llevarse el conejo.
No es que le saliese barba, es que como colofón intentó tragarse la piel,
pero se ve que aun le falta práctica.
Después decidió cambiar de posadero antes de marcharse.
Para comparar, un par de fotos donde se puede apreciar la diferencia de plumaje entre adultos y jóvenes en esta rapaz, que llevó a confundir a los primeros exploradores interesados en coleccionar especies, (algo muy común en el siglo XIX y principios del XX), creyendo encontrarse ante especies distintas.
Juvenil de Águila imperial denominado "pajizo" por sus tonos ocres.