A pesar de ser rey de oscuridades
y tinieblas a veces consiente la caricia naranja de los últimos rayos diurnos. Todo
depende del motivo o del momento. Pero sin duda prefiere el instante justo en
que la sombra pasa a ser penumbra para hacer aparición sin complejos, coronando
el roquedo cual mojón que limita el día con la noche. Momento en que el silencio
ya es patente. Nada queda de la algarabía de los rabilargos, los graznidos córvidos,
los aflautados cantos de totovías y oropéndolas. Ahora solo el ulular del rey
se manifiesta y retumba en la cárcava delimitando su territorio. Otea el oscuro
horizonte, diáfano ante sus enormes ojos amarillos, acompañando la mirada con
estiramientos de cuello; morisquetas de bufón más que de rey. Tras saltar de
piedra en piedra indeciso, se lanza sobre el valle penetrando de una vez hacia
la noche, batiendo sus alas silenciosas sobre la alfombra de jaras
impertérritas. Oscuridad y silencio, luminoso hábitat para sus correrías.
Lances de caza.
Búho real en la Sierra de San Pedro
Impresiona su estampa a tan escasa distancia
La mirada luminosa del Búho real se magnifica en la oscuridad de la que tanto gusta. En ella lo dejo.