Supongo que todo aquel que gusta de perderse en medio de lo natural a observar la vida con mayúsculas, a ensimismarse con lo que nos rodea, con lo de primigenio que nos habita aun, a beber paisajes por los ojos, a sentir en la piel el canto de brumas y solajeras, imagino que casi todos tendrán algún cuaderno donde anotar vivencias y recuerdos de esas jornadas. Yo al menos así lo hago, y desde luego pocas cosas tengo más personales que mi cuaderno de campo, empezando por su elaboración artesanal y recicladora a la medida del bolsillo de mi mochila. En él anoto curiosidades y encuentros con los inquilinos de nuestros campos, y aboceto con bolígrafo de punta fina puntales a la memoria; y cuando me apetece o lo necesito, soplo acuarelas sobre el papel en un intento de captar los colores de un instante, algo que cada vez me resulta más grato.
A continuación una ventana a sus páginas.Unas con color y otras sin él, todas me transportan a momentos intensos de emociones y fascinación.
Todos son apuntes rápidos y toscos, más bien generales en líneas y colores con la intención de atrapar el momento y/o la forma.
Y en ocasiones, con ese apunte rápido, me gusta abordar un tema más a fondo, como en el caso del Pico menor de la página siguiente.
El resultado es una lámina decorativa que sale de uno, y como todo lo que uno crea, tiene un valor especial.
Algunas más.