Presentación

Este espacio pretende ser una modesta ventana que muestre, siquiera minimamente, la grandiosidad de la naturaleza extremeña, una naturaleza exuberante, pletórica, agreste y, en ocasiones, única. Aquí la fotografía, el dibujo y la palabra quieren ser un pincel que abocete el alma de lo vivo. Y será en el entorno de la Sierra de San Pedro donde la luz y el color tracen sus contornos.

domingo, 28 de agosto de 2011

La fastidiosa y fascinante membrana nictitante

Elanio azul (elanus caeruleus)

Proteger las ventanas donde la luz aflora, viaja y se transforma en paisajes acuosos, cortina transparente, visillo protector de intimidades, velo fascinante que nubla solamente lo necesario.

¡Cuantos momentos únicos sin prueba por tu culpa, por correr tu frontera membranosa entre el observador y lo que observa justo en ese instante, para mi fastidio!

Recuerdo los versos de don Antonio Machado:

El ojo que ves no es

ojo porque tú lo veas;

es ojo porque te ve.

Ciertamente; Me resigno.





Milano negro (milvus migrans)

Esta fascinante membrana que tienen algunos animales como protección extra para sus ojos es un auténtico fastidio para el fotógrafo de naturaleza. Ahora resulta bastante fácil comprobar "in situ" en el respaldo de la cámara el fastidioso resultado y hacer otra toma, si hay ocasión, además de contar con ráfagas de disparo ultra rápidas, aunque servidor no le saca el partido que debiera.
Pero en la época de la película, tras la sesión llegaba el tiempo en suspense del revelado, varios días normalmente en los que uno recordaba aquella foto cuando el bicho hizo tal o cual cosa y que habías inmortalizado a la perfección... hasta que llegaban las diapositivas, comprobabas y la mesa de luz te descubría que en aquella misma fracción de segundo la membrana nictitante hizo aparición arruinando la toma y condenándola sin remisión a la papelera.



Martín pescador (alcedo athis)


Cernícalo primilla (falco naumanni)

No suele hacer acto de presencia la membrana nictitante cuando el animal está en reposo, o lo hace en contadas ocasiones, como en el caso del Martín pescador y el Cernícalo primilla de las fotos superiores.




Águila calzada (hieraaetus pennatus) y Alcaudón común (lanius senator)

Es en las escenas o momentos de acción donde se multiplica su presencia para evitar posibles daños en el globo ocular fruto de la actividad en cuestión.
En estas dos tomas se puede observar como el Águila calzada pone en marcha este mecanísmo cuando es atacada por el intrepido Alcaudón común mientras se alimenta. Justo en el momento en que se aproxima a ella es cuando la membrana nictitante se interpone entre el atacante por si alcanzase un ojo en el ataque; que tratándose de un valiente Alcaudón todo es posible.


En la imagen se ve que la transparencia de la membrana permite a la rapaz seguir los movimientos de su atacante.




Cigüeña común (ciconia ciconia)

También bebiendo la he fotografiado en varias especies.



Ratonero común (buteo buteo)

En este caso el Ratonero cazaba ranas entre los juncos de la orilla de una charca, no sería raro que uno de ellos rozase un ojo.



Los saludos de la cigüeñas comunes al llegar uno de los miembros de la pareja al nido icluyen por parte de ambos, crocoteo, bajada de las alas y movimientos del cuello hacía atrás y adelante con roces de picos y el consiguiente peligro para los ojos. La membrana nictitante se hace presente.



Avutarda (otis tarda)

En el caso de este macho de avutarda, y a pesar de permanecer bastante estático, quizá no sería raro que uno de sus "bigotes o barbas" se le introduzca en el ojo dado su tamaño.



Águila imperial ibérica (aquila adalberti)

Por último una vieja diapositiva de Águilas imperiales donde uno de los pollos aparece con la membrana nictitante desplegada ante la insistencia de su hermano sobre su madre pidiendo comida con saltos, vuelos rasantes y aleteos.

Supongo que más de uno recordará ciertas fotos con media sonrisa cuando lea esta entrada.

lunes, 8 de agosto de 2011

El Cortijo de las Costeras

Silba el pastor zurrón al hombro entre tanto mordisquea un “moteco” de pan con queso. La garrota colgada del brazo, camina lento observando el rebaño tendido sobre el valle de Canito.

Silba el pastor, y al hacerlo levanta la cabeza el noble mastín tumbado a los pies de la retama y otea el horizonte con sus ojos tristes. “–Todo en calma, -parece pensar el cánido-, el silbido es de sosiego, nada que ver con los furibundos alaridos y los silbidos azuzadores que incitan a la batalla con el “enemigo”, cuando en la noche baja entre Cotadilla y La Mula desde el Millarón, entonces, encomendándose a la carlanca, toca ganarse el diario cuenco de suero con pan duro”-. Y baja de nuevo la cabeza dándose a la modorra.

Silba el pastor, y al hacerlo el “perro carea” peludo y nervioso, de raza indefinida, no puede evitar mirarlo a la espera de una señal para hacer aquello que más le gusta, correr tras las ovejas y volver las rezagadas, orientar el rebaño en nueva dirección y volver junto al amo como una sombra de este jadeante tras el esfuerzo.

Silba el pastor de regreso a la majada, y al entrar en el aprísco asegura con tesón cancillas y zapatas. Esta noche hay luna llena y manda la prudencia estar prevenido para el lobo.




No hace más de treinta años, y durante muchos atrás, el cortijo fue testigo diario de escenas como la anteriormente descrita. Hoy todo cambió. Ya no hay mastines con carlancas porque no hay lobos en San Pedro. Quizá algún día…. Tampoco hay pastoreo, terminó con él la valla metálica; el alambre de las cercas, y diezmó a los pastores reduciéndolos a la mínima expresión y casi desnudando a la palabra del calificativo de oficio. Se abandonaron las majadas, algún cercado de piedras derruido lo atestigua. En su lugar el ganado vacuno, de subvención generosa y parco en exigencias, pasea sus colores ocres, blancos y negros por los cerros despoblados.




También el cortijo sufrió el abandono y el tiempo con su maza lenta y eficaz derribó los tejados de las dependencias traseras, las cuadras, el pajar y la cocina matancera. En cambio el tejado principal resiste herido las inclemencias y el paso de los días.

Y donde otrora hubo vida y trajín de hombres y mujeres hoy otras vidas medran y pululan. La vida surge siempre lenta, milagrosa, inevitable en los resquicios del olvido.


Una veintena de nidos de Cigüeña blanca florecen cada primavera en los tejados ruinosos, y más de diez parejas de Cernícalo primilla procrean bajo las desordenadas tejas junto a alguna de Cernícalo vulgar, Estorninos, Gorriones, Palomas y Abubillas.




Cópula de Cernícalos primillas sobre el tejado. Bien mereciera el cortijo de las Costeras en honor a estas rapaces ser declarado ZEPA, (Zona de Especial Protección de Aves), como lo es la iglesia de San Vicente de Alcántara, a escasos 4 km. Esta ZEPA solo acoge dos o tres parejas tras la instalación de un nuevo tejado en el que no se tuvo en cuenta a sus moradores. Muy probablemente varias de las parejas que albergaba se han desplazado hasta este cortijo.



Estorninos negros, habituales inquilinos.



Una pareja al menos de vistosas Carracas ocupan algunos de los muchos huecos disponibles.



En primavera el cortijo se engalana de colores y gorjeos varios, y recuerda que fue concebido para sustento y cobijo vital, -aunque ciertamente para otros moradores-, en el cerro de Las Costeras, junto a Canito, ese regato desnudo, casi impúber, que sueña ser río algún día y juega a serlo en los meses invernales.




Abandonados como él hay muchos cortijos en Extremadura y junto a ellos majadas, chozos, bojíos y demás construcciones tradicionales derruidas o desaparecidas, testigos mudos de otro tiempo que, aunque pueda parecer lejano, no fue más que antes de ayer.